2010/05/25

Venticinco cinco dos mil diez

Hace un rato que no me estaciono frente a esta banqueta. De niño solía sentarme bajo el marco de la puerta, ahí, en la cocina, para acaparar mis suspiros y vociferar un poco de encanto a las posibilidades infinitas que me daba la carestía. He paseado por la casa coqueteando un poco con ese lugar de nadie y solo he visto algo muy similar a un descendiente del tigre, pero demasiado enorme como para ser una mantis. Hay un testigo a mi lado y no por el echo de ser una sombra debo de perimtirle ser tranparente.
-Habla!
Y solo se ha puesto a llorar un poco de eco desde el fondo de sus ojeras.
Es muy fácil purgarme para permanecer atónito entre tantos deberes y fingir que la ansiedad abandonó nuevamente el filo de la puerta. Me incorporo para buscar ser un ente que propicie una silueta que recarga la espalda en un deseo y nuevamente me doy cuenta que soy tu.


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